El blog de Aceites Adriana regresa con el frío, igual que el aceite de oliva 😉 Y lo hace intentando aportarte, como siempre, todos los buenos consejos que esté en nuestra mano ofrecerte para que lleves una vida lo más saludable posible.

Con la llegada del invierno, nuestra salud puede resentirse. No sólo debido a los cambios bruscos de temperatura, la gripe y todo lo relacionado con el clima propio de estas fechas, sino también si no cuidamos nuestros hábitos diarios.

Por eso, aquí van unas cuantas recomendaciones para que puedas cuidarte un poco mejor durante estos meses.

En primer lugar, mantén siempre una alimentación sana y equilibrada. Y, aunque no haga calor, ten la costumbre de hidratarte, ya que nuestro cuerpo también suda en invierno sin darnos cuenta, y si llevamos una vida estresada o hacemos ejercicio es fácil que nuestro equilibrio hídrico se pierda. Las bebidas calientes como el té, las infusiones, la leche o los caldos, además de apetecer un montón en estas fechas son ideales para aportar agua a nuestro organismo.

Por supuesto, la fruta y la verdura continúan siendo esenciales en esta época, y te aportarán también una cantidad importante de agua. Son típicos de la temporada los cítricos, que aportan vitamina C, antioxidantes y energía.

Introduce una proporción equilibrada de carnes rojas y blancas en tu dieta, que son las que tienen menos grasas, y cocínalas a la plancha combinadas con verduras al vapor. Si a esto añades pescado azul y blanco, huevos, legumbres, lácteos y por supuesto un aceite de oliva virgen extra para aliñar tus platos, tendrás la dieta perfecta: la mediterránea.

Esto debes combinarlo con un horario estable tanto para tus comidas como para el sueño. Intenta ser regular, haz el desayuno, el almuerzo, la merienda y la cena a las mismas horas todos los días, y procura acostarte siempre más o menos a horas similares. Si el trabajo y las obligaciones cotidianas te lo permiten, claro. Y si no, trata de no comer delante del ordenador o mientras trabajas, con prisas y sin darte cuenta de lo que te llevas a la boca. En la medida de lo posible, aprovecha las comidas como un momento para relajarte, desconectar y dejar al organismo que efectúe con tranquilidad las funciones propias de la digestión.

Si tienes demasiado estrés y no puedes aliviarlo, busca un momento para practicar meditación, alguna técnica de relajación o al menos una actividad que te motive y te ayude a eliminar la ansiedad. No olvides que el estrés puede ser causa de enfermedades muy importantes, y que debemos dedicarnos un ratito a nosotros mismos por salud psicológica e incluso física.

En cuanto al sueño, lo ideal sería dormir entre siete y nueve horas cada noche. Descansar bien implica que nuestro cuerpo al día siguiente no requiera un aporte extra de energía para seguir funcionando, y por tanto no nos reclame alimentos grasos o azúcares.

Haz ejercicio a diario, pero con moderación. No hace falta que practiques un deporte ni que te sometas a durísimos entrenamientos, especialmente si el ejercicio no es lo tuyo. Simplemente camina, corre un poco, pasea en bicicleta o sal a bailar. Lo importante es moverse todos los días para evitar los riesgos de salud asociados a la vida sedentaria. Con treinta minutos será suficiente, y te ayudará a sentirte mejor mentalmente además de a perder peso.

Recuerda que si decides practicar deporte al aire libre no debes descuidar la protección de la piel contra los rayos del sol, porque, aunque no lo creas, en invierno también te puedes quemar con la radiación ultravioleta. En menor proporción que en verano, claro está, pero no por ello deja de existir un riesgo si vas a pasar mucho rato en el exterior y el tiempo está despejado y seco.

Del mismo modo, el frío también puede dañar la piel. Hidrátala con alguna crema para evitar que se descame y se resquebraje.

Por supuesto, evita siempre que puedas los cambios bruscos de temperatura de los que hablábamos al principio de este post. El frío de la calle combinado con la calefacción de los sitios en los que vamos entrando a lo largo del día te obsequiarán con un bonito resfriado si no preparas adecuadamente tu vestimenta para afrontarlos. Lo ideal sería mantener siempre constante la temperatura de nuestro cuerpo, ajustando la indumentaria al lugar en que nos hallemos, y si estás en casa no subas la calefacción más allá de los 22 grados, y trata además de ventilar periódicamente las habitaciones, pues así evitaremos que se acumulen gérmenes en el ambiente.

Y hablando de gérmenes, la higiene es siempre fundamental, pero, en estos meses, aún más, porque por ejemplo lavarse las manos puede evitar que pillemos un catarro, ya que eliminaremos los virus que se nos hayan podido adherir antes de que estos entren en contacto con nuestro organismo al llevarnos las manos a los ojos, la nariz o la boca. Tengamos en cuenta que los microorganismos que propagan enfermedades respiratorias como el virus de la gripe son más proclives al contagio en ambientes cerrados, donde por otra parte el contacto interpersonal es frecuente.

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